Yo he bebido vino nuestro con Brenan, ese vino del que él decía que bebía Al-Mutamid, y con Neruda en su casa de Isla Negra. Frente al Pacífico, cuando antes definían a Federico, ahora hace veinticinco años de la muerte de don Pablo, me dijo con su cabeza grande y su voz fina, bebiendo vino dorado del sur de España, vino de Montilla, al que él llamaba vino del Inca:
                    -"¡Federico era un enviado especial de la alegría!
                    Y me añadió el verso del poeta popular:

                                                 Vino que del cielo vino
                                                 y vino con tanto primor,
                                                 que al hombre sin saber letra,
                                                 le hizo predicador.

               Vino de Montilla, bebido mano a mano, copa a copa, en los altos chigres de Asturias, en los cerrados mesones de Castilla. Vino que pone campanas en el alma. Vino para el peregrino, que aquí quiero decir como cabo primero que fui del vino del Gran Capitán, ese gran señor de Montilla. Gran idea hacer que su castillo se convierta en museo, aunque tenga, en el fondo, la copa el último sabor de su espada de oro. Aceite, que arde como vino en la lámpara que Don Gonzalo regaló, para que ardiese de por vida, siempre, al pie de la estatua del apóstol, el patrón de los reporteros caminantes.