SALUTACION AL VINO NUEVO 2005
Discurso dado por José María Luque en el Lagar Blanco de la Sierra de Montilla
Bacche, bene venies, gratus et optatus. (Sé bienvenido, Baco, dios grato y deseado).
ILUSTRÍSIMO SEÑOR COMENDADOR, MERITÍSIMOS COFRADES, SALUTADORES DEL VINO, CENCERRON PUNTERO, QUERIDOS AMIGOS Y AMIGAS.
Asistimos hoy al nacimiento del vino nuevo de la cosecha del 2.005. Lo mejor de un año cargado de sombras, cataclismos y muertes violentas al que despedimos con los dedos cruzados bajo la mesa. La Cofradía de la Viña y el Vino vuelve a reunirse para celebrar, con toda la solemnidad, el saludo a los nuevos caldos que nacen a la vida cargados de promesas y de ilusiones. Con ellos, festejamos el ciclo de la vida, el prodigio permanente de esta tierra única . Y lo hacemos con todas las reverencias y todos los parabienes que se merece este alimento celeste, licor sagrado regalo de Dionisos, símbolo de la alegría y de la felicidad y fuente de salud y bienestar. Así es el vino que nos arroba y que nos identifica. Por él y solo por él nos encontramos hoy aquí. Y para estar presentes en su alumbramiento y dar fe de sus virtudes, hemos peregrinado hasta este lugar privilegiado de suaves lomas y alegres cañadas en el corazón del país de los pámpanos fragantes. Un territorio poblado de lagares blancos que se asoman a cada recodo de los caminos, veredas, de los carriles, trochas y partiores que serpean en esta geografía única e inconfundible de la Sierra.
En torno al feliz alumbramiento, los cofrades del vino hemos acudido para acunar a la nueva criatura a la que profesamos nuestro tributo de admiración y de respeto y el testimonio de nuestro compromiso por aportar cuanto esté en nuestras manos para desvelar sus virtudes y propagar sus encantos.
Hoy unimos nuestras voces a las de tantos místicos, poetas y filósofos que lo proclaman como símbolo de la gracia, de la ebriedad del alma y de la plenitud del conocimiento.
“Un sorbo de vino vale más que el reino de Kavus, es preferible al trono de Kovad, al imperio de Tus”. Si algún día muero, queridos amigos, haced conmigo como con el poeta Jalad-ud-din Rumí, ungidme con el jugo de la vid y, en lugar de plegarias, cantad sobre mi tumba las alabanzas del vino una por una”, pues, como Omar Kayyan, mi propósito es fenecer en un taberna que el vino esté cerca del moribundo, para que los coros de los ángeles digan a Dios: Señor, sé clemente con este pobre bebedor.
Siempre he hablado del vino y de sus rapsodas en tercera persona, ahora me cuesta hacerlo directamente, de tú a tú, como lo han saludado tantos cofrades y amigos. Como ellos, yo también proclamo la nobleza de estos nuevos caldos que son el mejor embajador de nuestra tierra y la razón de ser de esta cofradía antigua pero viva, ejemplar pero voluble, heroica aunque humana; y morosa y de bota, eso sí, sin más adversativos que mediaticen su verdadera significación en cualquier contexto.
Permitidme, por tanto, que salude hoy a nuestro vino, a este vino del Lagar Blanco, nacido con los mejores auspicios, con mis mejores galas.
No quiero caer en la tentación fácil de convertirme en cantor de versos de usar y tirar, ni trovero de rima efímera como el poetastro Anastasio Pantaleón de Ribera o el famoso repentizador Cristóbal el Ciego, que creó para la posteridad estas esperpénticas letrillas en las que el maestro del aleluya a tientas, dio a la posteridad un bálsamo curativo contra los malos del espíritu, imprevistos, gatillazos y otras desgracias de la libido, la concupiscencia y la combebencia carnal.
Jesucristo Nazarén
Que nació en Belén
Y murió en Jerusalén
Te quite el mal
y respondas bien.
Y permita el Soberano
Que con una copa en la mano
Justo al pie de la tinaja
Se levante lo que baja
Atributo tan humano.
Y que hasta cumplidos los cien
Te siga sirviendo. Amén
No emplearé poemas de alcantarilla, ni rimas del despropósito. Sino la fuerza vital, el canto prístino de Bécquer. Escuchad, cofrades y amigos, esta versión inédita de la Rima IV con la que, en nombre de la Cofradía, doy la bienvenida al vino de la cosecha del 2005.
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras haya carrilladas, estofados
filetes y boronías
Mientras abunden viñas y tabernas
y cepas en besanías.
Mientras el vino de Montilla exista
¡Habrá poesía!
Queridos compañeros y amigos. Este vino que hoy saludamos necesita de todos y cada uno de nosotros. Se enfrenta desvalido como un niño a este mundo difícil y desdichado. Un espacio vital en el que no triunfa la calidad necesariamente. La desleal competencia y la complicidad mediática cierran las puertas al mejor y elevan a la condición de elite a productos que no poseen ni el abolengo de estos vinos, ni su riqueza aromática ni su graduación natural. Y así, estos vinos a los que hoy damos nuestro espaldarazo pueden acabar sus días mezclados con otros caldos mostrencos en infames cadenas de montaje industrial cuando no en la panza de un alambique donde se les desnaturaliza para obtener el alcohol etílico que poseen. Otros, los más agraciados por la fortuna, serán catados en bares y tabernas, contribuyendo a crear diálogo y la tolerancia, fomentando el arte y el heroísmo y ahuyentando melancolías, confortando y consolando a los tristes. Y también, catados convenientemente, serán fuente de placer y estímulo para la inteligencia y la creatividad.
El vino necesita de todos nosotros. De nuestra inteligencia, de nuestra capacidad para darlo a conocer en el propio ámbito donde cada uno desarrolla su actividad. De nuestra creatividad. Si él nos ayuda a vivir el día a día, si ha creado una imagen optimista, abierta y singular de nuestra ciudad en todo el mundo, nosotros hemos de devolverle con nuestro esfuerzo el lugar que en justicia le corresponde.
Cofrades, amigos. Ina bibant homines animatia cetera fontes. Que beban vino los hombres que para los animales es el agua de las fuentes. Y puesto que Bibere humanum est, ergo bebamos. Bebamos para la sed, para el placer y la alegría y en contadas ocasiones, justo es, para el desenfreno.
Si bene conmemmini, causae son quinque bebendi. Hospitis adventus, praecens sitis atque futura, aut vini bonitas, aut qualibet altera causa. Si mal no recuerdo, son cinco los motivos para beber. La llegada de un amigo, la sed del momento o la futura, la bondad del vino o cualquier otra cosa que se nos ocurra.
Cofrades, amigos. El vino ha nacido. ¡Viva el vino!