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LOS «BIBERONES» DE «EL BOLERO»
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Con tan incontestables argumentos y con
la calidad de sus caldos, se justifican, más que sobradamente, las 3 ó 4
arrobas diarias que El Bolero «echa a la calle», copa a copa, medio a
medio o a biberones. 2 |
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El tradicional «medio», con vaso corto y acanalado, con capacidad para 150 centímetros cúbicos, llenado «a beberratón» sin que el cliente derrame ni una sola gota en el primer trago, es una peculiaridad de esta taberna que lo conserva, casi en exclusividad.
Tras un patinillo en el que se abre una
discreta puerta, se accede a una alargada bodega donde descansan 30
«bocoyes de la mejor madera» que envejecen soleras traídas de la Sierra
de Montilla. Apenas traspasar el umbral de esta primera sala, el olor
propio e indefinible de la taberna ha sido sustituido bruscamente por el
penetrante aroma de crianza de los caldos montillanos. Una nueva
puertecilla, al fondo de la sala, comunica con una segunda bodega en la
que Rafael Espejo cuida «Los tesoros» de la Casa. Botas de roble
americano ocupan las paredes laterales y el fondo de la sala, cuyo suelo
de albero permite el riego diario para mantener las condiciones precisas
que exige la crianza del vino. Los más emblemáticos atributos de la
bodega, se encuentran presentes aquí, a pesar de la limitación de
espacio. Incluso la peculiar bota que contiene el vino más selecto donde
la sabia mano del arrumbador ha escrito con tiza blanca el NO, que pone
a salvo este tesoro de inexpertos y de bebedores circunstanciales.
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