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Reivindicación de la taberna
Las tabernas cordobesas, gracias a los excelentes caldos que nos brinda la denominación de origen Montilla-Moriles, cumplen con generosidad los preceptos del poeta sevillano, y además añaden uno propio que resulta básico para la liturgia vínica: la creación de un ambiente agradable que facilita el bienestar y la convivencia entre los parroquianos. En este sentido, la taberna se convierte en "ágora, mentidero y academia", en palabras del escritor y bodeguero montillano José Cobos. Nada hay que no tenga arreglo en ella.
Claro que, a
estas alturas de siglo, lo que parece que no tiene arreglo es la propia
taberna y, si nadie lo remedia, en un futuro no muy lejano pasarán a ser
materia de historiadores y antropólogos. Afortunadamente, aún quedan
muchas tabernas en nuestra provincia, las suficientes para damos cuenta
de un
modo de
entender la vida que nada tiene que ver con la competitividad y las
prisas que intentan inculcarnos en este final de
milenio,
invocando palabras tan extrañas como convergencia
económica y
mercado
único. Quizá haya que Poner una taberna cordobesa en el Parlamento
Europeo. Todo se andará.
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Con aquel trabajo,
que se prolongó desde abril de 1995 hasta diciembre de 1996, recorrieron
21 tabernas de nuestra provincia, fundamentalmente del marco
Montilla-Moriles, ya que su labor quedó incompleta por la desaparición
del suplemento. Gracias a ese trabajo, que ahora se publica completo en
esta magnífica edición, conocemos la tipología de la taberna cordobesa,
con su barra de madera, sus botas y su patio, con ese ambiente favorable
a la tertulia en el que a veces salta la chispa del flamenco, con sus
anécdotas y sus personajes. Y conocernos también el perfil del
tabernero, magníficamente retratado por Manuel Muñoz, de Casa Lama,
de Baena: "Un buen tabernero debe saber callar, estar en su sitio,
alternar con todos y darle a cada uno lo suyo". Filosofía pura.
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